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La oportunidad dorada del nearshoring se atasca en la frontera

Opina Mario Veraldo, CEO de MTM Logix, sobre el riesgo de perder competitividad ante la inacción en infraestructura y tecnología logística.

América Latina está viviendo un momento económico histórico. Impulsada por la reconfiguración de las cadenas de suministro globales, la región está atrayendo inversiones récord, con México superando a China como principal socio comercial de Estados Unidos y la inversión extranjera directa (IED) alcanzando los 188,960 millones de dólares. Sin embargo, bajo la superficie de estas cifras prometedoras, surge una peligrosa paradoja: una oportunidad única en una generación: el nearshoring, se está topando con una infraestructura inadecuada, lo que amenaza con convertir un auge potencial en un cuello de botella logístico.

La verdad detrás del récord de IED es la primera pista. En México, un asombroso 77.9% de este capital provino de la reinversión de ganancias por parte de empresas ya establecidas, mientras que las nuevas inversiones “greenfield”, el verdadero barómetro del impulso del nearshoring, se desplomaron más de un 30%.

El mensaje es claro: quienes ya conocen el terreno operativo están redoblando sus esfuerzos, pero la barrera de entrada para los nuevos actores sigue siendo demasiado alta. Esa barrera está hecha de hormigón y bits: nuestros puertos, nuestras carreteras y nuestra profunda brecha digital.

Una infraestructura al borde del colapso

La ventaja geográfica de América Latina se ve neutralizada por una infraestructura saturada. México enfrenta un déficit de más de 50,000 camioneros y los tiempos de espera en la frontera con Estados Unidos pueden superar las 12 horas. En los puertos brasileños, solo el 23% de los envíos de contenedores salen según lo previsto, con esperas en Santos que se prolongan hasta 10 días. En tierra, la situación no es mejor: el 57% de las carreteras de Brasil están dañadas.

Esta ineficiencia tiene un costo asombroso, estimado en casi 8,820 millones de dólares anuales para México (equivalentes al 4% de su PIB). En la práctica, esto significa que un exportador de café en Brasil incurre en millones de dólares adicionales por congestión, o que una línea de montaje de automóviles en México se paraliza porque un fallo del sistema digital de aduanas deja sus componentes varados en la frontera durante días.

A la congestión física se suma un abismo digital. Una cadena de suministro moderna requiere datos en tiempo real, pero nuestro ecosistema logístico sigue siendo analógico y fragmentado, especialmente entre las pequeñas y medianas empresas (PyMES) que constituyen su columna vertebral.

En México, solo el 28% de las PyMES utilizan servicios en la nube, lo que crea un “agujero negro de visibilidad” sistémico. En el momento en que un envío se entrega a un transportista pequeño y no digitalizado, los datos desaparecen y cualquier planificación sofisticada se vuelve inútil. La resiliencia, el objetivo principal de los ejecutivos globales, se convierte en una ilusión.

De los planes de infraestructura a la acción digital

Los gobiernos reconocen el problema y han anunciado ambiciosas iniciativas de modernización, como el “Plan México” y el “Novo PAC” de Brasil. Se trata de planes vitales, pero sus plazos se extienden durante años, si no décadas.

La desconexión radica en que las empresas toman decisiones de inversión basándose en la realidad operativa de los próximos trimestres, no en la promesa de un nuevo ferrocarril en 2035. No podemos esperar a que se seque el hormigón para resolver los cuellos de botella que hoy nos cuestan miles de millones.

Por lo tanto, la solución a la paradoja del nearshoring debe ser una estrategia doble. Mientras avanzan los proyectos de infraestructura física a largo plazo, debemos implementar urgentemente una capa de inteligencia tecnológica sobre el marco que ya tenemos. En la práctica, esto significa crear un “sistema operativo” para la logística regional, una especie de torre de control digital en la que tanto un pequeño transportista como una multinacional puedan ver la misma información en tiempo real y tomar decisiones más inteligentes.

El objetivo es transformar nuestras rutas comerciales en auténticos “corredores digitales”, capacitando a las PyMES para integrarse en esta nueva economía. Solo así podremos convertir nuestra mayor vulnerabilidad en una ventaja competitiva sostenible y asegurar el pleno potencial de esta era.

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